Publicado en MedioLleno el 3 de enero de 2014
Realmente he estado evitando escribir por cierto tiempo sobre algún tipo
de tema político de actualidad, ya que me siento muy triste de ver cómo estamos
manejando la política en El Salvador (robos, mentiras, desengaños, traiciones, etc.) y las vueltas que le estamos dando a nuestro
sistema de gobernabilidad en estos momentos.
Como un pensamiento muy propio, creo que durante mucho tiempo ya, la
mejor solución a nuestros problemas de actualidad no vendrá de los políticos
actuales y probablemente tampoco vendrán de los futuros políticos, sino de
aquellos líderes salvadoreños que iniciaron sus carreras políticas con
verdadera euforia patriótica y verdadero corazón hacia la paz, el progreso y la
libertad.
Hace varios meses ya, tuve un sueño, el cual fui recordando más y más a
medida que pasaban los días y a medida que los diarios publicaban más y más
noticias perturbadoras de nuestro querido El Salvador. Era un sueño en el cual regresaba a esos días de
balas de los 80, con la única diferencia que ahora YO ya era una persona adulta
y podía preguntar y opinar, no solo aceptar. Vi a un presidente Duarte recibir de un helicóptero a
su hija, que había sido secuestrada por la guerrilla. Vi a personas corriendo, llorando y gritando
pidiendo auxilio por un terremoto de 7.5 grados en la escala de Richter en
1986. Vi a personajes políticos emblemáticos de El Salvador, los cuales
peleaban tras un mismo fin: acabar con la guerra que se vivía. Vi ambulancias
corriendo en calles desiertas, con banderas blancas saliendo de sus ventanas en
la ofensiva final de 1989. Hablé con soldados atrincherados tratando de
defender sus cuarteles. Vi muchos problemas. Pero con todo y todo, eran más
sencillos de explicar que lo que vemos ahorita diariamente.
Veo a un Mayor Roberto D’aubuisson, dirigiendo las campañas políticas y
hablando con el pueblo de una manera clara, sencilla y carismática. ¡Aplaudiendo
y cantando con la mano hecha un puño en su corazón! Era una etapa en la cual se
necesitaba un cese al fuego, un abrazo al pueblo y un líder emblemático, no de
robos millonarios al propio El Salvador. Eran tiempos más sencillos y más duros
(en teoría), ya que con una guerra como la que teníamos, morían muchas personas
inocentes. Pero ahora hay muchos más asesinatos a diario sin estar en guerra.
Esto se me hace hasta bíblico, tipo parábola (sin darle un tono de
irrespeto a estas): cuando el padre o la cabeza del pueblo moría, dejaba a sus
hijos la herencia económica,
carismática, intelectual y dejaba lineamientos para el buen funcionamiento
de su pueblo y la vida de las personas
que en este moraban. ¿Pero qué hicieron los hijos tras la muerte del
padre? Uno de ellos despilfarró la
herencia, el otro de ellos se fue del país a empezar una nueva vida de rico,
uno se quedó con la casa e hizo fiestas hasta que el dinero se fue acabando. El
otro al no tener “policía” cerca hizo actos indebidos ¿Les parece familiar esta historia? ¡Por
supuesto!
Ahora la pregunta sería… ¿Qué hiciera un Mayor Roberto D’aubuisson al
ver lo que está pasando en actualidad? ¿Qué fuera lo que le dijera al pueblo
salvadoreño para motivarlo hacia la Paz, el progreso y Libertad? ¿A quiénes
sacara de su partido? ¿A quiénes apoyaría en estos tiempos?
Quisiera saber que pasaría por la mente del Mayor Roberto D’aubuisson al
ver a su país como está ahora después de su muerte. Quiero decir que este
escrito en realidad no es una crítica al partido ARENA, ni una ofensa al
FMLN o a personajes políticos presentes
y pasados. Solo son preguntas que me hago a mí mismo, porque si con los políticos
no se puede, capaz debamos de regresar a los militares para que haya una
gobernabilidad que sea más balanceada y justa para todos, en lugar de tener
ladrones con cuello blanco que expresen: “La ley anti-lavado es aprobada para
todo El Salvador menos para nosotros (diputados) y el Señor Presidente!” ¿Qué es
eso?
En vista de que no tengo un líder político definido actualmente y me
encantaría que realmente surgiera uno y me motive a mí tanto como al pueblo a
creer nuevamente en la democracia que tanto anhelamos. ¿Adónde nos equivocamos
Mayor? ¿Adónde dimos una mala vuelta? ¿En quién deberíamos de creer ahora? Aunque
no estoy afiliado a ningún partido político, ¡quiero a mi país! Y creo que
cualquier salvadoreño que quiere que su país progrese quisiera decir y gritar
sus palabras:
¡PRIMERO EL SALVADOR, SEGUNDO EL SALVADOR Y TERCERO EL SALVADOR!
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